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24 Oct

Caso Padre Grassi. Resistir, pero resistir con Dios

De niña, tuve una familia como tantas. Imperfecta sí, pero era la mía. Con una mamá en casa, que tenía sus ojos puestos en mí, y un padre que pasaba muchas horas manejando un micro de larga distancia, para proveer el pan a casa.

Por entonces, me enseñaron en la escuela que en nuestro país hay un Estado que funciona gracias a tres poderes:

El Poder Ejecutivo, lo desempeñaba un presidente, que tenía auxiliares llamados ministros. Un Poder Legislativo, compuesto por legisladores que trabajan para armar un cuerpo de leyes que nos rigen, y que nos representan en nuestros derechos.

Y un Poder Judicial, organizado para administrar Justicia, controlar que las leyes se cumplan. Para intervenir en denuncias, analizar la validez de las pruebas que cada denunciante presenta, juzgar la conducta de los imputados, e incluso de los denunciantes -en caso de resultar falaz y maliciosa la denuncia-. Y disponer la suerte de unos y de otros, no por capricho, no por amistad o enemistad, no por simpatías, no por negociados o intercambios, porque así SERÁ JUSTICIA.

Eso es un Estado de Derecho. Una relación de funciones que se coordinan para que el pueblo y el gobierno se desarrollen pacíficamente, y crezcan, en orden a la verdad y a la equidad.

Ya no soy una niña, sino una mujer mayor. Con el beneficio de quien trabajó duro, y estudió mucho, cancelando muchos gustos, ciertamente; pero que siempre tuvo un plato en la mesa, una cama limpia, un refugio seguro donde llegar. Y proyectos de vida en el horizonte. Formada en una escuela y una parroquia salesiana, y en la universidad pública, como miles de otros también.

No todos gozamos de esos derechos básicos… Si salgo a la calle, lo veo. Una mujer le da la teta a su niño pequeño, y otros tres la rodean temerosos. La vereda no es su casa, les falta todo, y la gente pasa, los mira, y la vida sigue sin ellos.

Sin embargo, no son invisibles para todos. Hay hermanos que responden asociados con otros, y los descubren en su humanidad.

Hace muchos años conocí al Padre Julio Grassi en mi parroquia “San Juan Bautista”, de Villa Luzuriaga, en el pdo de La Matanza. Lo observé en cada paso que daba. Lo escuchaba con atención. Verificaba su compromiso con las familias y con los jóvenes.  Sereno, serio, firme, con convicciones. Trabajando a destajo en un ámbito que no siempre fue fácil. Cercano a cada joven, como hacía Don Bosco, con la delicadeza y el respeto con que su familia lo había formado, y con una vocación de servicio, “hasta dar la vida”, como hace un buen padre de familia, una monja generosa, y un buen cura. Descubren la humanidad de otros hermanos heridos.

Lo vi en lo simple, en lo complejo. Con poco descanso. Siempre disponible, siempre ubicado. No tan simpático, a veces, pero ni falta que hacía… se ganaba el cariño, cuando el barrio descubría que era confiable, que lo que decía, hacía. Coherencia, ese concepto tan difícil de vivir y mostrar a los otros.

Desde hace ya muchos años, las corporaciones financieras, en simbiosis con los grandes medios hicieron que aquello que muchos aprendimos de jóvenes en el colegio, se convirtiera en una perversa fachada de realidad. Como si a un paisaje le antepusiéramos una escena de teatro negro chino.

Los proyectos ya no son para la felicidad de los pueblos, sino para el beneficio de unos muy ricos. Las leyes que buscan el desarrollo y el trabajo son burladas por los más pillos, que siempre encuentran la manera de zafar de sus obligaciones legales en complicidad con otros.

El poder judicial abandonó su verdadera función de administrar Justicia, y buscar la verdad, y se convirtió en el brazo ejecutor de intereses financieros, económicos, de clase. Se trata de INTERESES sostenidos por los medios periodísticos, que dejaron de producir mensajes auténticos, buscando ser espejos de la verdad, para jugar el juego de ilusionistas a sueldo, y distorsionarlo todo.

El periodismo de impacto apela a las emociones, a los prejuicios. Va por la “posverdad”. Se nutre de la información que le aportan las consultoras que les dicen, por ejemplo, cuáles son los ídolos, en quiénes se inspiran los ambiciosos, cómo vender una idea. Al fin, los productores de medios periodísticos son más publicistas manipuladores, que investigadores o comunicadores.

En esa vorágine expusieron a Julio Grassi, y para lograrlo, jugaron el peor juego, perverso y sin escrúpulos. Lo dibujaron como el anticristo, el abusador de jóvenes. Abusador dijeron… Y le tocó probar que no había hecho lo que decían que había hecho. Los abogados lo llamamos “prueba diabólica”. Un absurdo.

Recuerdo el desalojo brutal del hogar en Chacarita, con un comisario que recibió una orden de una jueza desquiciada. Policía montada entrando a un hogar con niños, monja, jóvenes… Retiro de la montada por la contra orden del comisario, al ver que había chicos. La juez que denunció al comisario por incumplir la orden. Chicos llorando. Un auto que ingresa y se lleva un niño, desprendido de su grupo de pertenencia. Un solo medio periodístico mostrando a medias, sin autorización para entrar a mostrar la realidad. Muchos de nosotros afuera sin poder entender a qué se debía tamaña locura. ¿Y los jueces de cada causa de los menores?

El padre Grassi pisó un hormiguero, mostró el despojo de las exigencias de “retornos” de las donaciones, no tuvo miedo de decir que se estaban atropellando los derechos y las necesidades de tantos niños. Y no hubo para él ni para ellos la aplicación de normas constitucionales, ni Tratados internacionales, ni norma local que lo protegiera.

Condenado en los medios, arrojado a la posverdad y al burlesque morboso de conductores de tv y de radio.

Sujetos que jamás pisaron un hogar, que no conocían ni cuántos niños habitaban, ni las condiciones en que habitaban, que no sabían si los chicos tenían escuela dentro de cada hogar o si asistían a otra afuera del hogar, no tuvieron empacho en decir bravuconadas, mostrarse como hienas famélicas para alimentar el descrédito. Había que barrer al cura de la escena, aunque eso implicara arruinarles la vida a cientos de niños.

Hoy sigue en la cárcel, como si fuera un bandido. Y entendimos todos que la verdad no es aquello que se muestra fácil a nuestra mirada cómoda. Que la verdad puede ser ocultada por los medios. Que el poder judicial conforma a los poderosos. Que no es una balanza equilibrada, sino que el plato de la balanza se inclina a favor del dinero. Que a la verdad hay que descubrirla, y está en otro lugar que no es la televisión y su vulgaridad.  

Hace unos días, un amigo publicó algo en las redes sociales, recordando a Milagro Sala, una dirigente popular, presa de manera ilegítima, una presa política, tal como lo reconocieron organismos internacionales. Una líder social que podría seguir el juicio que se le sigue, desde su casa, y no privada de su libertad. Y yo afirmé que son muchos los presos a causa de injusticias.

Julio Grassi es la persona que más ha hecho por los niños y jóvenes en los últimos años, y que lo ha hecho extraordinariamente bien. Tal vez no contó desde el principio con algunos especialistas técnicos, pero sí con familias que lo necesitaban, y docentes que fueron fieles a su vocación.

Se plantó y expuso la corrupción de un grupo económico, rechazó ser parte de esa maquinaria de ardides espurios. Y purga una condena ilegítima, respetando incluso la decisión de un tribunal que resolvió condenarlo y someterlo a un régimen penal, jugando con la verdad, y burlando las normas procesales.

Este pueblo fue herido por la IRREALIDAD construida por los medios como material de consumo rápido.

La Justicia fue ABOCHORNADA por la opinión pública, y destruida por perversos con intereses corporativos de CODICIA INFINITA, a costa siempre del pueblo.

Todos somos NADA para este modelo inhumano que va arrasando la credibilidad popular de los más comprometidos y atacando los valores culturales para dividir la sociedad. Ahora todo es efímero, un “tachín tachín” y venta de todo.

En este estado de cosas, un sacerdote resiste en la cárcel. Parece que el término más duro es RESISTIR. Pero en su caso, es resistir con Dios.

Así que rezo por él. Porque termine este calvario. Para que lo resista como hombre de Dios, y sea sacerdote en esa parte del pueblo que hoy lo acompaña.

 

Silvia A. Traversa         

Lic en Cs de la Educación - abogada

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